La clase comenzaba con un revolucionario ruido, ya que
nuestras almas jóvenes nos hacía comportarnos de esa manera, además de que la asignatura nos permite expresar
nuestras emociones y relajar nuestro cuerpo y nuestra mente, lo que nos
proporciona un poco de libertad, que muchas veces la mal entendemos, debido a
que faltamos el respeto al que se encuentra hablando o la persona que desea
dirigirse a nosotros. Pero de a poco comenzamos a calmarnos, cuando empezábamos
a entender la actividad que realizaríamos
y lo que eso implicaba.
Cuando nos enteramos de que realizaríamos una máscarade yeso, comencé a imaginarme todo lo que esto me permitía, como ocultar mis
emociones o, al contrario, expresarlas, para mostrar lo que tenemos verdaderamente
en nuestro interior. Además de la ayuda mutua que surgiría con mi compañera, ya
que sin ella no podría realizar la actividad, porque nos encontraríamos con los
ojos tapados.
Nos juntamos en parejas, ya que esto implicaba un
trabajo y ayuda mutua, para comenzar a realizar las máscaras de yeso. Mi
compañera decidió que comenzaría haciéndome la máscara primero a mi, y luego
cambiaríamos de roles. Al comenzar la actividad, me tendí en la mesa, mi
compañera me tapo los ojos, y desde luego me comencé a sentir como una persona no vidente, por lo que
pude experimentar en breve minutos lo que de alguna manera ellos sienten, como por
ejemplo, la inseguridad de caerse o chocar, lo que no les permite desarrollar
de una manera normal su vida diaria y les restringe su independencia y
autonomía. Luego comenzó de a poco a ponerme el yeso mojado en la cara. En ese
momento, me transporte a un paisaje lleno de naturaleza, en donde tenia la oportunidad de dejar todo atrás, las preocupaciones, los ruidos de la ciudad y
mucho más. Al admirar este maravilloso paisaje, me provocaba un gran relajo y
gran satisfacción. Al pasar unos minutos, volví a la realidad, ya que el yeso
comenzaba a secarse y la cara comenzaba a tirar, por lo que era hora de
retirarla. Entonces, llegó el momento de sacarme la máscara. En ese instante vi
nuevamente la luz artificial de la sala, en este caso y sentí algo muy extraño
en mí, que fue, sentirme nuevamente segura y completa, ya que tenía todos mis
sentidos al cien por ciento nuevamente.
Luego, me toco hacerle a mi, la máscara a mi
compañera. Hice que se recostara en la mesa, le tapé los ojos cuidadosamente y
traté de que se relajara, al igual que yo, para que disfrutara la actividad. En
ese momento comencé a ponerle el yeso mojado en su cara, con la mayor
prolijidad posible, para que quedara bien hecha y se plasmara la preocupación
por el otro, como ella lo había hecho por mí.
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